"UNA FANTASÍA TANGUERA"
En mi infancia el tango era una cita obligada al momento de cenar con la familia, ya que mi viejo no se perdía ni un programa de "Grandes valores del tango" o cualquier otro en el que aparecieran aquellos hombres de traje, peinados a la gomina, impostando sus voces de una manera tan dramática que después cuando los escuchaba hablar me preguntaba adonde se había ido toda la solemnidad de la interpretación.
Y no es raro que me pasaran ese tipo de cosas.
Yo crecí con los Beatles, Yes, Génesis, Dylan, García, Spinetta, y tantos otros que me hacían llegar las canciones con un directo y viceral sentido que se ajustaba mucho más a la dinámica moderna con que giraba el mundo en sus composiciones.
Ustedes dirán: "Claro, pero vos escuchabas Rock".
Si, es cierto, pero me di cuenta más tarde que era solo una cuestión de formas lo que había retardado mi temprana aceptación del Tango.
Porque un día comencé a escuchar a Miguel Cantilo (con Pedro y Pablo) en temas como "Che ciruja", y me dí cuenta que la poesía porteña y su música, podían tener un costado distinto en sus formas de manifestarse que eran mucho más seductoras para mi inexperiencia con el género.
Luego apareció Piazzolla, Mederos, Baglietto con Vitale, y me acerque incluso a canciones que antes jamás les había prestado atención.
Nunca me sentí mal por haber rechazado a aquellos excelentes cantantes, porque estaba seguro que a ellos tampoco les gustaban los Beatles.
Sin embargo me deleite con la excelencia interpretativa de la última época del "Polaco" y la magia indiscutible de Virgilio Esposito amalgamando entre su voz ya ronca y su piano la poción más perfecta para el corazón de cualquier hombre sensible.
Es así, que me animé, humildemente, a componer algunos "Tangos Míos", con todo respeto a los que engalanaron este género, incluso, por supuesto, a mis compañeros de cena de "Grandes valores del Tango".
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